24 de julio
El desarrollo psicomotor de un niño es un proceso continuo y asombroso, donde adquieren habilidades motoras, cognitivas y sociales. Sin embargo, en algunos casos, este desarrollo puede desviarse de las trayectorias típicas. Reconocer las señales de alerta es fundamental para una intervención oportuna.
¿Qué es el desarrollo psicomotor atípico?
El desarrollo psicomotor atípico se refiere a cuando un niño no alcanza los hitos del desarrollo esperados dentro de un rango de edad típico. Esto puede manifestarse en áreas como la motricidad gruesa, la motricidad fina, el lenguaje, la cognición o la socialización. No es una enfermedad, sino una variación en el proceso de desarrollo.
Es importante diferenciar entre una variación normal en el ritmo de desarrollo y un retraso significativo. Los hitos son guías, no plazos rígidos. Sin embargo, una desviación persistente o una regresión de habilidades son motivos de atención.
Estos patrones atípicos a menudo reflejan diferencias en el neurodesarrollo, es decir, cómo el cerebro se organiza y funciona. Las conexiones neuronales pueden no estar estableciéndose de la manera esperada, lo que afecta la adquisición de habilidades (Shonkoff & Phillips, 2000).
Señales de alerta por edad: Observa a tu hijo
Prestar atención a cómo interactúa y se mueve tu hijo es clave. Aquí hay algunas señales generales que podrían indicar la necesidad de una evaluación:
Bebés (0-12 meses):
- Poca actividad: Extremadamente pasivo, no mueve brazos y piernas con frecuencia.
- Posturas asimétricas: Siempre usa un lado del cuerpo más que el otro, o mantiene una postura inusual.
- Falta de control de la cabeza: No sostiene la cabeza a los 3-4 meses.
- No agarra objetos: Falta de intento de alcanzar o agarrar juguetes a los 4-6 meses.
- Ausencia de balbuceo: No emite sonidos o balbuceos a los 6-9 meses.
- Falta de interés social: No responde a su nombre o no muestra sonrisa social.
Niños pequeños (1-3 años):
- Retraso en la marcha: No camina de forma independiente a los 18 meses.
- Caídas frecuentes: Torpeza significativa o falta de equilibrio constante.
- Dificultad con motricidad fina: No apila bloques, no hace garabatos, o no manipula objetos pequeños.
- Poco lenguaje: Usa muy pocas palabras o no combina dos palabras a los 2 años.
- Dificultad para imitar: No imita gestos o acciones simples.
- Juego repetitivo/limitado: Juego muy repetitivo, sin simbolismo o variedad.
Preescolares (3-5 años):
- Dificultad en coordinación gruesa: Le cuesta correr, saltar, lanzar o atrapar pelotas.
- Problemas con motricidad fina avanzada: Dificultad para usar tijeras, dibujar formas básicas o abrochar botones.
- Dificultades en el lenguaje: No construye frases complejas o es difícil de entender para extraños.
- Problemas sociales: Dificultad para jugar con otros niños o entender reglas sociales.
- Regresión de habilidades: Pérdida de habilidades previamente adquiridas.
¿Cuándo buscar ayuda profesional?
Si observas una o varias de estas señales de forma persistente, o si sientes una preocupación profunda, es el momento de consultar a un especialista. Tu intuición como padre/madre es valiosa.
Los profesionales clave a los que acudir incluyen:
- Pediatra: Es el primer punto de contacto. Puede realizar una primera evaluación y derivar a otros especialistas.
- Neurólogo infantil: Evalúa el sistema nervioso central y puede descartar condiciones neurológicas subyacentes.
- Fisioterapeuta pediátrico: Especialista en desarrollo motor grueso; trabaja el equilibrio, la coordinación y la fuerza.
- Terapeuta ocupacional: Ayuda con la motricidad fina, el procesamiento sensorial y las actividades de la vida diaria.
- Logopeda/Fonoaudiólogo: Interviene en trastornos del lenguaje y la comunicación.
- Psicólogo infantil: Evalúa el desarrollo cognitivo, emocional y conductual.
El impacto de la intervención temprana
La intervención temprana es el pilar fundamental para los niños con desarrollo psicomotor atípico. Cuanto antes se inicien las terapias y el apoyo, mejores serán los resultados a largo plazo. El cerebro infantil posee una gran plasticidad neuronal, lo que permite una mayor adaptabilidad y reorganización de las redes cerebrales (National Research Council, 2001).
Un plan de intervención individualizado puede minimizar las dificultades y potenciar las fortalezas del niño. Esto no solo beneficia su desarrollo, sino que también reduce el estrés familiar y mejora la calidad de vida (Bronfenbrenner, 1979).
Confía en tu instinto y no dudes en buscar una segunda opinión si es necesario. Un diagnóstico temprano no es una etiqueta, sino una hoja de ruta para el apoyo y el crecimiento de tu hijo.
Referencias.
Bronfenbrenner, U. (1979). The ecology of human development: Experiments by nature and design. Harvard University Press.
National Research Council. (2001). Eager to learn: Educating our preschoolers. National Academies Press.
Shonkoff, J. P., & Phillips, D. A. (Eds.). (2000). From neurons to neighborhoods: The science of early childhood development. National Academies Press.


