26 de julio 2025
El juego es el lenguaje universal de la infancia y para los niños con Trastorno del Espectro Autista (TEA), se convierte en una poderosa herramienta terapéutica. A través del juego, pueden explorar el mundo, expresar emociones y desarrollar habilidades cruciales de una manera natural y motivadora.
El juego: Más allá de la diversión en el TEA
Para los niños con TEA, el juego a menudo puede parecer diferente o limitado. Sin embargo, cuando se estructura y facilita adecuadamente, se convierte en un medio excepcional para el aprendizaje. El juego permite desarrollar la flexibilidad cognitiva y las habilidades de imitación.
Es crucial entender que el juego no es solo entretenimiento; es una vía para el neurodesarrollo. Las interacciones lúdicas estimulan áreas cerebrales relacionadas con la atención conjunta, la empatía y la teoría de la mente.
La participación en el juego puede ayudar a reducir la ansiedad y el estrés en niños con TEA. Les proporciona un espacio seguro para practicar habilidades sociales y emocionales sin la presión de las interacciones directas.
Desarrollo de habilidades sociales y comunicativas
El juego es un motor natural para el desarrollo de la comunicación y las habilidades sociales. Aunque los niños con TEA pueden tener desafíos en estas áreas, el juego les ofrece un contexto seguro para practicarlas.
- Atención conjunta: El juego permite compartir el foco de atención con otro, un prerrequisito para la comunicación. Mirar un mismo juguete o actividad fomenta este intercambio.

- Imitación y reciprocidad: A través del juego, los niños pueden imitar acciones y sonidos, lo que es vital para aprender nuevas habilidades. Se promueve el intercambio recíproco.
- Uso del lenguaje: El juego simbólico o de roles anima a usar el lenguaje para expresar ideas y negociar situaciones. Se amplía el vocabulario y la capacidad narrativa.
- Regulación emocional: El juego ayuda a explorar y manejar emociones en un contexto seguro. Aprender a lidiar con la frustración o la alegría durante el juego es una habilidad clave.
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La interacción lúdica facilita la comprensión de las señales sociales y la construcción de relaciones. Es en el juego donde se ensayan las dinámicas de la vida real (Wetherby & Prizant, 1999).
Estrategias para un juego terapéutico efectivo
Para que el juego sea una herramienta terapéutica efectiva, debe ser intencional y adaptado a las necesidades individuales del niño. La terapia de juego es una disciplina que utiliza este enfoque.

- igue el interés del niño: Inicia el juego a partir de lo que le motiva. Esto aumenta su motivación intrínseca y participación.
- Incorpora rutinas y predictibilidad: Algunos niños con TEA se benefician de una estructura. Esto puede ser útil al introducir nuevas actividades.
- Utiliza apoyos visuales: Horarios de juego, secuencias de actividades con imágenes, pueden ayudar a comprender las expectativas.
- é un compañero de juego activo: Participa activamente, modela comportamientos y verbaliza tus acciones y pensamientos. No se trata solo de observar.
- Fomenta la flexibilidad: Introduce variaciones pequeñas en el juego para promover la adaptabilidad y la tolerancia al cambio.
Los terapeutas ocupacionales, psicólogos infantiles y fonoaudiólogos suelen integrar el juego en sus intervenciones. Sus estrategias están basadas en el conocimiento del neurodesarrollo y las particularidades del TEA.
El impacto en el neurodesarrollo
El juego terapéutico estimula directamente la plasticidad cerebral. Las interacciones sociales y comunicativas durante el juego activan y fortalecen las redes neuronales implicadas en la cognición social y el procesamiento emocional (Sigman & Ruskin, 1999).
La repetición de acciones en el juego puede mejorar las habilidades motoras y la coordinación. Además, las experiencias sensoriales variadas que proporciona el juego contribuyen a una mejor integración sensorial.
Invertir en el juego es invertir en el cerebro. Proporciona un camino natural y efectivo para que los niños con TEA desarrollen su máximo potencial, fomentando su independencia y bienestar a largo plazo (Kasari et al., 2012).
Referencias.
Kasari, C., Gulsrud, A., Wong, C., Kwon, S., & Locke, J. (2012). Randomized controlled caregiver–mediated intervention for toddlers with autism. Journal of Autism and Developmental Disorders, 42(7), 1344-1355.
Sigman, M., & Ruskin, E. (1999). Continuity and change in the social competence of children with autism. Merrill-Palmer Quarterly, 45(1), 1-28.
Wetherby, A. M., & Prizant, B. M. (1999). Autism Spectrum Disorders: A Transactional Developmental Perspective. Brookes Publishing Co.


