El vínculo entre el cuerpo y la mente es indiscutible, pues funcionamos de manera integral. La actividad física y el movimiento no solo son esenciales para nuestra salud física, sino que también desempeñan un papel crucial en el proceso de aprendizaje.
Veamos cómo el movimiento favorece la concentración, la memoria y el aprendizaje en general, bajo la premisa “cuerpo activo, mente activa”.
La importancia del movimiento
El movimiento es un estimulante por excelencia de nuestro cerebro ya que le provee mayor oxigenación, cuando realizamos actividad física aumenta el flujo sanguíneo al cerebro, llevando consigo más oxígeno y nutrientes esenciales para su correcto funcionamiento.
Favorece la neurogénesis, lo que mejora la plasticidad cerebral, conexiones sinápticas y facilita el aprendizaje. La actividad física promueve la liberación de neurotransmisores como la dopamina y la serotonina, asociados con el placer, la motivación y la concentración
Ahora bien, ¿cómo se manifiesta esto en la práctica? Cuando los niños realizan actividad física regularmente, se encuentran más dispuestos y motivados para hacer tareas escolares, presentando una mayor atención y concentración.
De hecho, el ejercicio físico ha demostrado mejorar la memoria a corto y largo plazo, así como la capacidad de aprendizaje e integración de conocimientos. El movimiento fomenta la creatividad y la resolución de problemas, al estimular la conexión entre diferentes áreas del cerebro.
Influencia en el rendimiento.
Todo ello conduce a un mejor rendimiento académico, inclusive son numerosos los estudios que han vinculado la actividad física regular con un mejor rendimiento académico en general.
Por ejemplo, Choudhury y Beilock (2016) encontraron una relación directa entre el nivel de condición física aeróbica en niños y su desempeño en tareas cognitivas, como la atención y la memoria de trabajo.
Igualmente, existen diversos estudios que demuestran que la incorporación de programas de actividad física en las escuelas mejora la concentración, la disciplina y el comportamiento de los estudiantes.
¡Incorporemos el movimiento!
Una manera de incorporar la actividad física durante el proceso de aprendizaje es realizar breves pausas de actividad física durante las clases y bloques de tiempo.
Realizar experimentos científicos mientras se camina o resolver problemas matemáticos a través de juegos activos, incluir programas de educación física y formar un equipo multidisciplinar e integral.
Igualmente, las actividades extracurriculares ayudan a los niños a equilibrar el binomio reposo-actividad.
Todo tipo de movimiento cuenta, desde caminar hasta practicar deportes, cualquier actividad física es beneficiosa.
Lo importante es realizar actividad física de forma regular, idealmente todos los días y por supuesto adaptar la actividad física a las características y necesidades individuales y grupales.
La actividad física y el movimiento son herramientas poderosas para potenciar nuestras capacidades cognitivas.
Consideremos al movimiento como un aliado fundamental para el aprendizaje en lugar de un enemigo y recordemos incorporar la actividad física en nuestra rutina diaria, así estaremos invirtiendo en un cerebro más saludable.
¡Es hora de reconocer el papel del movimiento en la educación y de crear entornos de aprendizaje más activos y dinámicos!
Referencias
- Carter, C. S. (2017). The human body book. DK Publishing.
- Choudhury, S., & Beilock, S. L. (2016). Physical activity and cognitive function in children: The roles of cardiorespiratory fitness and brain structure. Quarterly Journal of Experimental Psychology, 69(1), 114-127.
- Ratey, J. J. (2008). Spark: The revolutionary new science of exercise and the brain. Little, Brown and Company.